MI BLOG DE COCINA

sábado, 1 de noviembre de 2008

…. Y EL VIVO AL BOLLO

Hay veces que, se quiera o no se quiera, hay que pasar por el aro y hablar de “lo que procede”, o sea, hoy lo que toca es hablar del día de todos los Santos. El titular de hoy, extraido de “El Correo”, pero que seguro podemos encontrar en cualquier períodico ya sea nacional o local, es: “Miles de personas visitan a sus difuntos en los cementerios vizcaínos”.
Se me ocurren en esta noticia, como casi siempre, un montón de aristas en las que hincar el diente (y creedme si os digo que me está saliendo una gotita por el canal del veneno) pero hoy voy a portarme bien y no hacer demasiada sangre, por respeto a los que tienen creencias religiosas y por otra razón mucho más prosaica, si mi familia descubre que cargo contra la tradición de visitar el cementerio en esta fecha, me cuelga por los pulgares. ¡¡¡ Y el miedo es libre !!!
Inisisto en que habría muchas cosas que decir, tales como, cuantificar la ingente cantidad de dinero que nos gastamos en flores que duran cuatro días, reflexionar sobre el cinismo que supone ir a visitar una tumba un día al año y el resto del tiempo tener a nuestros muertos olvidados, la sinrazón que supone pensar que nuestros muertos están ahí dentro (por cierto que oscuros y frios deben estar esos agujeros),….. en fin, que hay tela que cortar.
Sin embargo, me apetece hablar de la colonización a la que estamos siendo sometidos (como en casi todo) por la sosa y carnavalesca Halloween. La presión ejercida por nuestro seguidismo de EE.UU. nos hizo tragar con un señor vestido con un ridículo pijama rojo hasta el punto de que, en nuestro monárquico país, ya muy pocos niños sueñan con los Reyes Magos (mucho mejor vestidos por cierto). Ahora, esta misma presión, nos está quitando la tradición de visitar los cementerios en este día a cambio de tener una día adicional de “carnaval”, ya que para mi, el Jalowin ese no es más que un carnaval encubierto.
Ya véis que a ni no me gusta mucho esta “fiesta” pero, puestos a elegir, prefiero la sobriedad y la elegancia de las flores frescas y los rezos ante las lápidas que la chabacanería de las calabazas pintadas e iluminadas con velas.
De todos modos, y para que conste a los efectos oportunos, yo pido que me incineren. Tengo (siempre he tenido) pánico a la oscuridad y, hasta que me demuestren que es verdad lo que dice la “bilbainada” esa en la que “los muertos en el cementerio juegan al mus”, prefiero volar con el viento antes de pasar frio en un nicho.
Un abrazo “del más acá”
Esteban

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