MI BLOG DE COCINA

domingo, 14 de diciembre de 2008

MARCAR EL TERRITORIO

Ya sabéis que, en mi blog, las noticias sirve para ilustrar un tema en el que estoy interesado y sobre el que quiero dar una opinión. Como la realidad es muy terca, las más de las veces se empeña en no seguir mis deseos, y a veces pasa mucho tiempo hasta encontrar alguna noticia que coincida con lo que yo quiero. De verdad, hay veces que me dan ganas de salir a la calle y provocar a mi la noticia pero, de momento, me he contenido.
Hoy no voy, pues, a partir de una noticia sino que voy a entrar “sin anestesia” a tocar un tema que me lleva carcomiendo desde hace mucho mucho tiempo y el tema es: “Las pintadas”. No me estoy refiriendo a esos murales de dudosa calidad estética y plenos de color que vemos en algunos muros y fachadas de nuestras calles (y que, al menos, “tienen pretensiones artísticas”). Tampoco me refiero a los mensajes reivindicativos que, si bien suelen ser escritos de manera precipitada y, por lo tanto desastrada, por lo menos tienen algo de contenido, se esté o no se esté de acuerdo con el fondo y con la forma. Me voy a referir, fundamentalmente, a esas “firmas” que llenan nuestras ciudades y a las cuales no encuentro mucho (por no decir ningún) sentido.
Por mucho que algunos se empeñen en convertir el graffiti en una expresión artística contemporanea, el famoso “yo estuve aquí” tiene en su haber una larga historia. En un viaje a Egipto que hice hace algunos años, en uno de los mayores complejos religiosos faraónicos, el guia nos mostró, con una generosa sonrisa en la boca, un “graffiti” escrito en hierático, cuya edad era de más de 3000 años y que decía, más a menos, “Amenofis estuvo aquí”. ¿Y que son, en esencia, las pinturas rupestres más que graffitis a los que el paso del tiempo ha dado patente de honorabilidad?. Como vemos, la necesidad de dejar huella de nuestra presencia, no es precisamente producto de la modernidad.
Otro tipo de pintadas, a mi parecer más tiernas, son aquellas que ponen los adolescentes para airear a los cuatro vientos su amor por la chica de sus sueños o su desdén por aquella que les ha dado calabazas. En ellas hasta podemos encontrar el uso de las abreviaturas (tan extendido ahora con los SMS) para ahorrar tiempo y espacio. ¿Que otra cosa es, más que una abreviatura, el usar el signo de multiplicar para sustituir al “por”?. Cada vez que veo, en una pared, el famoso “Juan X María, es como si volviera a tener 15 años.
No quiero extenderme demasiado y voy a mencionar “de pasada” las pintadas en las puertas de los urinarios que merecerían un capítulo aparte. Las hay de todo tipo y condición, algunas te hacen reir, otras te hacen pensar y, las más de las veces, te das cuenta que solo son producto del delirio escatológico producido por una ingesta de alcohol más que prudente.
Volviendo al tema principal, el de las “firmas”, he llegado a la conclusión (después de darle muchas vueltas) de que solo son producto de nuestro instinto animal. Los que pintan estas firmas están actuando como los cánidos que marcan el territorio con sus “micciones”. Supongo que es más facil usar el spray de pintura o el rotulador extra-grueso que bajarse la bragueta cada dos metros para indicar que “esta zona es mía”.
A mi, personalmente, me ofende la vista el ver las paredes de mi calle llenas de firmas a tamaño gigante, la mayoría de las veces ininteligibles y todas la veces con nicks “extranjeros” (¿Por qué nadie firma “Pepe”?). Paredes límpias y relucientes, se convierten en una noche, en verdaderos estercoleros de letras góticas que nunca más podrán ser eliminadas, como si de tatuajes en la piel de escayola se trataran.
En mi opinión, muchos de los adolescentes de esta generación, no fueron correctamente educados y ahora estamos pagando el precio. Si se les hubiera enseñado que “el que ensucia, límpia o paga” y hubieran tenido que trabajar duro para purgar las faltas cometidas, seguramente se cortarían la mano antes de coger el Edding-3000. Por otra parte, también pienso que si los padres atendieran mejor a sus hijos, y si además, les doliera el bolsillo cada vez que sus hijos estropean algo, seguramente “otro gallo nos cantaría”.
En fin, supongo que nos tendremos que acostumbrar a que las paredes de nuestras ciudades, como si del Bronx se tratara, pierdan su color original, en manos de unos “señores” que no tienen otra cosa mejor que hacer que manchar, sabiendo que el dinero para limpiarlo lo tendrán que poner otros.
Un abrazo “pintorrojeado”
Esteban