MI BLOG DE COCINA

jueves, 11 de diciembre de 2008

ERRE QUE ERRE

He tenido que navegar un rato largo por Internet para poder buscar una noticia “curiosa” que relaje un poco el ambiente después del último post. Al final la he encontrado y, aunque no está muy calentita (es del día 8 de este mes), me ha parecido tan significativa que me he decidido a escribir sobre ella. Supongo que no habréis tardado más allá de un segundo en relacionar el titular de hoy con la famosa película de Paco Martínez Soria ¿verdad? Pues si, ¡habéis acertado! la cosa va por ahí.

El titular es: “Un neoyorquino se gasta 7.500 $ en recurrir una multa de aparcamiento de 115 $”. Al parecer, Simon Belsky, jubilado de New York, le pusieron una multa por aparcar el coche frente a una boca de incendios “que no existía” y ha recurrido a los tribunales para que se la anulen. En el proceso se ha gastado 7.500 $ que piensa reclamar a la ciudad presentando una demanda civil y, si prospera, el dinero lo dedicará a financiar programas educativos para los niños.

No puedo por menos que sentir simpatía por este “quijote” , que lucha contra el poder para exigir justicia y no para conseguir ningún beneficio personal. En este mundo actual, en el que el beneficio propio e inmediato prima sobre todo lo demás, es noticia que haya personas que todavía ponen por encima de todo el valor de la justicia. ¡Es refrescante!.

Las maquinarias administrativas, ya sean municipales, provinciales, autonómicas, estatales o supra-estatales (que complicado se está poniendo esto con tantos niveles de administración) son “ciegas” pero, no con la ceguera de la justicia que se supone que debe ser igual para todos, sino con la ceguera selectiva del que no quiere ver sus propios errores.

El ciudadano, que se supone es el depositario del poder en última instancia, ha pasado a ser “el administrado”, que debe ser tasado, medido y pesado pero al que no se le debe tener en cuenta para la toma de decisiones. Hace algún tiempo hablé con un funcionario de Hacienda que me comentó que había tenido una reunión “con un contribuyente”. El tono usado fue altamente respetuoso, como queriendo indicar que le merecía, efectivamente respeto pero, si analizamos atentamente la palabra, nos damos cuenta en lo que nos hemos convertido. Somos meros suministradores de recursos para que la burocracia siga funcionando.

Me temo que, este caso de hoy, es un caso aislado. Hay que tener mucho valor (y reconozco que también tiempo y dinero) para enfrentarse con los “molinos de viento gubernamentales”. Sin embargo, mientras siga habiendo un solo individuo que lo haga, nuestra dignidad como ciudadanos estará a salvo.

Un abrazo “orgulloso”,

Esteban