MI BLOG DE COCINA

sábado, 3 de enero de 2009

LOS HIJOS DE SEM

Quiero que las primeras líneas de este comentario sean para desearos un FELIZ AÑO 2009 , en el que espero se cumplan todos vuestros sueños. Vuelvo al blog, después de unos días de inactividad forzosa (me olvidé la conexión móvil a Internet y no he podido conectarme en estos cuatro días), con un mono de “no te menees” y con ganas de volver a estar con vosotros.

Desgraciadamente, la noticia que voy a comentar hoy no tiene nada de agradable ni jocosa. Llevo varios días viendo en los informativos de TV, con verdadero horror, como caen bombas sobre población civil en Gaza y, no me que da más remedio que hablar sobre ello. El titular de hoy es: “El fuego de artillería israelí comienza a caer sobre la Franja de Gaza”. La noticia se refiere al comienzo del ataque con artillería pesada y fuego de tanques (hasta ahora “solo” había habido ataques aéreos) del ejército israelí, que supone una nuevo paso en el conflicto armado en la zona y que, sin duda, es el prolegómeno del ataque terrestre sobre las posiciones palestinas.

Antes de seguir, os agradecería que tuvierais la paciencia de leer este post hasta el final. Ya se que me extiendo demasiado con los preliminares pero, en este caso, me interesa mucho dejar clara mi opinión.

Yo conozco bastante bien Israel (he viajado allí a menudo por trabajo) y siempre he simpatizado con su situación. Es un pueblo con un tesón envidiable que, independientemente de la ayuda recibida (que ha sido mucha), supo sacarse un estado “de la manga” contra todo pronóstico. Nadie daba un duro en el año 1947 por la supervivencia del Estado de Israel, rodeado como estaba de enemigos por todos los costados. Sin embargo, a fuerza de trabajo y sufrimiento, consiguieron no solo sobrevivir sino crear un estado que es uno de los poderes del oriente próximo con un potencial militar absolutamente incontestable (incluyendo la posesión del arma nuclear). He admirado su capacidad de aguantar una situación de excepción permanente, en la que todos sus ciudadanos, hombres y mujeres, son soldados permanentemente movilizados y van a servir en el ejercito todos los años, pero no como nosotros que nos íbamos a una mili a pasar unos meses de campamento, sino que van “a la guerra” literalmente.

Por otra parte, no puedo decir lo mismo de lo que sentía por el mundo árabe. Debo reconocer que mi conocimiento de los árabes y sus países es notablemente inferior (aunque he visitado Egipto, Argelia y Marruecos). Siempre los he visto con un cierto miedo ya que, como sabéis, los fundamentalismos no me gustan mucho y hay que reconocer que, por mucho que los “arabistas” nos lo quieran vender, la facción religiosa que prima en el mundo árabe, no es precisamente la de la España de “Al-Andalus” con su famosa tolerancia por las otras religiones. A esto hay que añadir que, después de las últimas elecciones palestinas, el hecho de que el triunfo se decantara por HAMAS (que no son precisamente seguidores de Teresa de Calcuta), todavía hizo que me inspiraran más desconfianza. No puedo borrar de mi cabeza los gritos de júbilo de los palestinos en las calles cuando “lo de las torres gemelas”.

Sin embargo, después de todo lo anterior debo decir que:

No entiendo el odio entre Judíos y Palestinos. Ambos pueblos son “semitas” y, como tales, hermanos de sangre.

No entiendo que el Estado de Israel, que representa a un pueblo que sufrió un genocidio como no se ha conocido otro en la historia, sea capaz de masacrar a otro pueblo de esta manera tan cruel sin acordarse de su pasado.

No entiendo que la comunidad internacional permanezca callada ante esta situación, haciendo el “Tancredo” con un cinismo y una doble moral que da verdadera repugnancia.

Sigo y seguiré teniendo mis simpatías e antipatías y creo que nadie debe ofenderse por ello, lo mismo que yo no me ofendo por las de los demás pero, sin embargo, no puedo justificar en modo alguno el genocidio que Israel está cometiendo con el pueblo palestino, que tiene (y todos debiéramos ayudarles a que fuera realidad) el mismo derecho que cualquier pueblo a sobrevivir.

Hacía tiempo que no ponía el “megáfono” ya que me llegué aburrir de “clamar en el desierto” (no puedo decir que no hubo quien me aviso de esto) pero creo que, esta vez y en este momento, merece la pena, por dignidad, el lanzar un grito aunque nadie lo quiera oír.

Señores que mandáis en Israel: Parad este genocidio de una vez y buscad la forma de vivir en paz con vuestros vecinos.

Un abrazo “horrorizado”

Esteban