Hoy es uno de esos días en los
que mi corazón me pide que escriba sobre un tema y lo voy a hacer, a pesar de
saber que habrá mucha gente a la que no le interese “nada de nada” y habrá
otros muchos a los cuales “les toque los pelendengues”. En fin, la confianza
que tengo en mis comentaristas me anima a pensar que, a pesar de todo, “no me
van a abandonar” (¿por qué será que he pensado en una famosa marca de
desodorante?).
Por el titular del post, muchos
de vosotros habréis pensado, que me iba a referir a la victoria del Athletic Club sobre el Sevilla, por un
contundente 3-0, que le dio la clasificación para la final de la “Copa del Rey”.
Pues esos “muchos de vosotros” habréis, casi casi, acertado ya que, esta
noticia, me va a dar píe para hablar de dos temas que no había tocado hasta
ahora pero que tienen mucho que ver, a saber, “los
extranjeros en el futbol” y “el papel de los
equipos de futbol como símbolos”.
Sobre el primer tema me voy a
posicionar de inmediato (que luego me dicen mis críticos que “no me mojo”) y declaro solemnemente que soy un partidario a ultranza de
la política del Athletic de no fichar extranjeros y jugar, preferentemente, con
gente de la tierra o bien con jugadores formados en la cantera del club
(aunque sean de provincias limítrofes). Muchos piensan que esta política puede
tener tintes nacionalistas o incluso que está teñida de un cierto racismo. Nada
más lejos de la realidad. Esta filosofía, que no creais que no plantea debate
entre los propios seguidores, se basa en la convicción de que ganar es más
bello y más límpio cuando lo haces con tu gente, a golpe de esfuerzo, y no con
un abultado talonario. ¿Cuanta gente de Sevilla, o incluso andaluces, había el
otro día sobre el campo?. Yo os lo voy a decir ¡muy pocos!. ¿Era pues, el
Sevilla, un equipo representativo de la ciudad de la que toma su nombre?. Yo no
lo creo. Creo que era representativo de una sociedad anónima que tomaba
prestado el nombre de la ciudad, en la que tenía su sede, pero que poco o nada tenía
que ver con ella.
Y aquí entra el segundo tema.
Todavía me acuerdo de la famosa frase que decía “El Barcelona es más que un
club” (no os cito, por verguenza y educación, el colofón que algunos añadían a
esta frase pero os podéis imaginar que hacía referencia a esos locales donde
chicas de vida alegre conceden sus favores). En Bilbao
es donde, a mi parecer, la identificación de un club de futbol con una ciudad
es más real. Bilbao transpira Athletic por todos sus poros. Todo
bilbaíno se siente orgulloso de su Athletic, cuando gana y cuando pierde, entre
otras cosas porque los jugadores son parte del pueblo y no se esconden (salvo
honrosas excepciones) en sus chalets de lujo. Cualquiera puede ver a LLorente o
a Etxeberria, dando un paseo por la calle Ldo. Poza, e incluso tomarse un pote
con ellos (ellos “un mosto” que el Mister se puede enterar) en vez de, como
pasa en otros sitios, simplemente entreverles saliendo de su Porsche de color
rojo.
La emoción que me embargó
despues de la victoria del Miércoles fue inmensa. Contra todo pronóstico, un
equipo sin extranjeros, pasó por encima de un equipo plagado de figuras y cuyo
presidente había declarado que se iba a comer el león hasta el rabo (creo que
se fue a la cama castigado sin cenar). Aquí hay una lección que creo todos
debemos aprender: cuando un grupo se tranforma en
un equipo, que tiene una meta común y que siente que debe darlo todo por
conseguir esa meta, se convierte en una fuerza incomensurable. En el
caso que nos ocupa, esa fuerza, además, fue empujada por una aficción que rugía
como si de un grupo de verdaderos leones se tratara, y creedme si os digo que
así, es imposible doblegarla.
¡¡ Aupa Athletic !! ¡¡ Zu zara
Nagusia !!