Desgraciadamente, la noticia
que voy a comentar hoy no tiene nada de agradable ni jocosa. Llevo varios días
viendo en los informativos de TV, con verdadero horror, como caen bombas sobre
población civil en Gaza
y, no me que da más remedio que hablar sobre ello. El titular de hoy es: “El
fuego de artillería israelí comienza a caer sobre la Franja de Gaza”.
La noticia se refiere al comienzo del ataque con artillería pesada y fuego de
tanques (hasta ahora “solo” había habido ataques aéreos) del ejército israelí,
que supone una nuevo paso en el conflicto armado en la zona y que, sin duda, es
el prolegómeno del ataque terrestre sobre las posiciones palestinas.
Antes de seguir, os
agradecería que tuvierais la paciencia de leer este post hasta el final.
Ya se que me extiendo demasiado con los preliminares pero, en este caso, me
interesa mucho dejar clara mi opinión.
Yo conozco bastante bien Israel (he
viajado allí a menudo por trabajo) y siempre he simpatizado con
su situación. Es un pueblo con un tesón envidiable que,
independientemente de la ayuda recibida (que ha sido mucha), supo sacarse un
estado “de la manga” contra todo pronóstico. Nadie daba un duro en el año 1947
por la supervivencia del Estado de Israel, rodeado como estaba de enemigos por
todos los costados. Sin embargo, a fuerza de trabajo y sufrimiento,
consiguieron no solo sobrevivir sino crear un estado que es uno de los poderes
del oriente próximo con un potencial militar absolutamente incontestable
(incluyendo la posesión del arma nuclear). He admirado su capacidad de aguantar
una situación de excepción permanente, en la que todos sus ciudadanos, hombres
y mujeres, son soldados permanentemente movilizados y van a servir en el
ejercito todos los años, pero no como nosotros que nos íbamos a una mili a
pasar unos meses de campamento, sino que van “a la guerra” literalmente.
Por otra parte, no
puedo decir lo mismo de lo que sentía por el mundo árabe. Debo
reconocer que mi conocimiento de los árabes y sus países es notablemente
inferior (aunque he visitado Egipto, Argelia y Marruecos). Siempre los he visto
con un cierto miedo ya que, como sabéis, los fundamentalismos no me gustan
mucho y hay que reconocer que, por mucho que los “arabistas” nos lo quieran
vender, la facción religiosa que prima en el mundo árabe, no es precisamente la
de la España de “Al-Andalus” con su famosa tolerancia por las otras religiones.
A esto hay que añadir que, después de las últimas elecciones palestinas, el
hecho de que el triunfo se decantara por HAMAS (que no son precisamente
seguidores de Teresa de Calcuta), todavía hizo que me inspiraran más
desconfianza. No puedo borrar de mi cabeza los gritos de júbilo
de los palestinos en las calles cuando “lo de las torres gemelas”.
Sin embargo, después de todo lo
anterior debo decir que:
No entiendo el odio entre Judíos y Palestinos.
Ambos pueblos son “semitas” y, como tales, hermanos de sangre.
No entiendo que el Estado de Israel,
que representa a un pueblo que sufrió un genocidio como no se ha conocido otro
en la historia, sea capaz de masacrar a otro pueblo de esta
manera tan cruel sin acordarse de su pasado.
No entiendo que la comunidad internacional
permanezca callada ante esta situación, haciendo el “Tancredo”
con un cinismo y una doble moral que da verdadera repugnancia.
Sigo y seguiré teniendo mis
simpatías e antipatías y creo que nadie debe ofenderse por ello, lo mismo que
yo no me ofendo por las de los demás pero, sin embargo, no
puedo justificar en modo alguno el genocidio que Israel está cometiendo con el
pueblo palestino, que tiene
(y todos debiéramos ayudarles a que fuera realidad) el mismo
derecho que cualquier pueblo a sobrevivir.
Hacía tiempo que no ponía el
“megáfono” ya que me llegué aburrir de “clamar en el desierto” (no puedo decir
que no hubo quien me aviso de esto) pero creo que, esta vez y en este momento,
merece la pena, por dignidad, el lanzar un grito aunque nadie lo quiera oír.
Señores que mandáis en Israel: Parad este genocidio de una vez y buscad la forma de vivir en paz con vuestros vecinos.
Un abrazo “horrorizado”
Esteban
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