Vuelvo a la carga, ¡anda que no soy persistente!, con mi denuncia de ciertas ideas peregrinas que se han instalado en nuestra sociedad como si fueran dogmas de fé. En posts anteriores me ha tocado desmontar cosas como “querer es poder”, “la fuerza del optimismo” y “el dinero no hace la felicidad” y, aunque tengo muchos más, hoy me ha apetecido hablar del famoso “hay que dar libertad absoluta a los niños”.
Por cierto, que nadie se me ofenda pero creo sinceramente que los psicologos infantiles y educadores modernos están haciendo, sin duda de manera bien-intencionada, un mal servicio a nuestros niños y por ende a nuestra sociedad.
Si tenéis un poquito de tiempo, echad una ojeada a ciertos indicadores sobre la aptitud de los adolescentes actuales. Ejemplos: Los índices de violencia “de hijos a padres” y “de alumnos a profesores” están disparados, el consumo de alcohol y drogas comienza cada vez a edad más temprana, y como estos, hay bastantes más ejemplos de que algo no está funcionando bien en la forma que tenemos de educar y socializar a nuestros niños. Debo recalcar que la culpa de esta situación no la tienen ellos, sino nosotros, que somos los que tenemos la responsabilidad, por adultos, de reconducir esta situación.
La palabra “educar”, cuya raiz latina “ducere” significa literalmente “guiar” (por si alguien tiene curiosidad y no teniendo nada que ver con el contenido del post, de ahí viene el apelativo de Mussolini como “El Duce”) indica claramente, y no es en vano, que al niño no se le debe dejar que vaya solo, por prueba-error, encontrando el camino, sino que se le debe conducir.
No hay que confundir conducir con adoctrinar, ¡Que nadie dude que yo lo tengo muy claro!. Cuando existan varias opciones se debiera mostrar las ventajas e inconvenientes de todas y cada una, dejando que el niño elija. Pero hay cosas que no son opcionales, hay valores absolutos que deben ser respetados y que deben grabarse en el carácter del niño de manera indeleble. Valores como el respeto a la vida, el respeto a los derechos de los demas, la honestidad y la honradez, el esfuerzo personal como medio de superación, no debieran dejarse al albur de la casualidad. No existe “el buen salvaje” , no somos buenos por naturaleza. Somos buenos porque nos ha enseñado a serlo y porque lo hemos visto en nuestros padres y profesores. Por naturaleza no somos más que animales salvajes que necesitamos del barniz de la cultura y de la civilización para convertirnos en seres humanos y poder vivir en sociedad.
Las fórmulas antiguas de educación (la famosa “la letra con sangre entra”) no son aceptables pero tampoco me parece aceptable el consentir que un alumno deje lisiado a un profesor sin que tenga un castigo ejemplarizante. El aprender que “los actos SIEMPRE tienen consecuencias” es muy importante para una correcta formación de la personalidad del niño.
Un abrazo “preocupado”,
Esteban