Hola:
Hoy toca post serio. ¡Qué poco me ha durado la superficialidad! ¿verdad?.... pero.... ¡Volveré!.
El titular que voy a glosar hoy es: "Una vejación que acabó en tragedia" . Al parecer, en Pamplona, un joven norteamericano, al ver que una persona se acercaba a su novia y la intentaba besar mientras la retenía agarrada fuertemente de la cintura, dio un puñetazo al agresor, con tan mala fortuna que éste perdió el equilibrio y, al caerse, golpeó contra un bordillo sufriendo un edema cerebral que le mantiene en coma. El agresor y víctima "a la vez", mostraba evidentes síntomas de embriaguez.
La magistrada, que se ocupa del caso, acusa al chico norteamericano de un delito de "lesiones imprudentes" y no de "intento de homicidio" ya que todas las pruebas y testigos coinciden en que el motivo de la agresión fue la defensa de su novia.
Este caso me da pié a hablar sobre el concepto de DEFENSA PROPIA que, en algunas legislaciones es un atenuante y en otras, incluso un eximente. La pregunta clave sería ¿Es lícito matar para defender tu propia vida o la de tus seres queridos?.
¡Ojalá nunca se me de el caso de tener que actuar para defender a mi familia! pero, si así fuera, seguramente no dudaría ni un segundo en hacerlo. Como veis, me declaro a favor de la defensa propia como eximente total pero.... el problema, como casi siempre, está en los detalles. ¿Cómo se mide el riesgo vital? ¿Cómo se demuestra ese riesgo? ¿La cantidad de fuerza aplicada en la defensa era proporcionada?. Yo, sinceramente, me declaro incapaz de responder taxativamente a preguntas cuya respuesta contiene tantos matices.
El impartir justicia, labor tan desprestigiada estos tiempos, es para mi una de las profesiones más complicadas y de mayor responsabilidad. Al fin y al cabo, su trabajo está no en contestar a la pregunta principal sino a las preguntas secundarias y, como esas preguntas son "de matiz", el riesgo de equivocarse es alto. ¡Qué responsabilidad!.
Otro día hablaré de otros atenuantes y agravantes, como por ejemplo el de EMBRIAGUEZ. Ya veréis que no soy tan indulgente con los borrachos.
Un abrazo "pensativo",
Esteban