Despúes de mucho cavilar, he llegado a la conclusión de que los calendarios
son seres vivos. Seres vivos cuyos movimientos se ejecutan a una velocidad
inferior al umbral de percepción humana pero que efectivamente, se mueven. Sus
hojas, como las hojas de los árboles, caen sin que nos demos cuenta de manera
que en un segundo están allí y cuando volvemos a mirar ya han desaparecido.
Se cayó la hoja de Enero y ni me enteré, se cayó la hoja de Febrero sin que
nadie me avisara, se cayó la hoja de Marzo “a traición” y ahora está a punto de
caer la hoja de Abril y me temo que tampoco lo veré a pesar de que no le quito
el ojo al calendario. Así que, parafraseando a Joaquin Sabina, no me queda más
remedio que preguntar ¿Quién me ha robado el mes de Abril?.
No me cabe duda de que Einstein tenía razón al afirmar que el tiempo no es
un absoluto. Yo tengo la prueba en mi propia percepción. Aun recuerdo cuando
las semanas anteriores a las vacaciones se me hacían eternas o cuando esperaba
impaciente a que llegaran (¡cuán larga se hacía la espera!) los “Reyes Magos”.
Ahora, sin embargo, se me escurren los días y las semanas entre las manos sin
que sea capaz de detenerlos como si de un puñado de arena se tratara.
El tiempo no ha debido cambiar en estos años. Supongo que las horas tendrán
el mismo número de minutos y la duración de 1 segundo será la misma que cuando
tenía 15 años pero a mi me parece que todo ahora es más corto así que lo que ha
cambiado ha sido mi propia percepción o, lo que es lo mismo, he cambiado yo
mismo.
Desgraciadamente, este cambio de percepción es un sintoma inequívoco de que
la edad de la juventud se va alejando dando paso a la de la madurez que también
tiene sus alicientes ¡O eso quiero pensar!.
Un abrazo “angustiado”