Hace algún tiempo me acusaron
(y yo añado que lo hicieron con razón) de ponerme demasiado profundo y
melodramático en un período en el que se trataba de descansar y no de darle
demasiado trabajo a las neuronas. Así que vamos hoy con un post “liviano” de
los del tipo “fin de semana”. Para los que os gustan “las emociones fuertes”,
lo siento, hoy no encontraréis sangre ni violencia. Para los que os gusta “la
actualidad”, perdonadme, hoy no váis a encontrar ningún titular. Para los que
os gusta “recordar lo vivido”, estáis de enhorabuena, hoy este post va
precisamente de eso.
Yo me considero un hombre
joven. Joven en el sentido de que me considero en pleno uso de mis facultades
mentales y físicas (esto último hasta cierto punto) pero no joven según los
canones de edad al uso. Según esos canones, yo sería un hombre “madurito” (y
espero que “de buen ver”). Sin embargo, en el
transcurso de mi corta vida se han producido un montón de cambios tecnologicos
como no se habían visto nunca en la historia de la humanidad. Es quizás,
la carácteristica más notoría de estos siglos, la velocidad del cambio
tecnológico.
No voy a hablaros, hoy, de
cosas relacionadas con la “ciencia” con mayúsculas, ni tampoco voy a hacerlos
una lista de los inventos más siginficativos del último siglo, pero si voy a
contaros los cambios que he vivido “de primera mano” desde que empecé a
experimentar la maldición bíblica esa de “ganarás el pan con el sudor de tu
frente”, o sea, desde que me tocó empezar a currar hace ya la friolera de 30
años.
El
primer elemento al que me voy a referir es una máquina, de la que muchas
personas más jovenes, ni siquiera habrá oido hablar, y que no es otra que el “Telex“ o
Telétipo. En la primera oficina en la que trabajé teniamos dos de estos
“engendros del diablo” que, si tenías la mala suerte de sentarte a su lado,
tenías garantizado el dolor de cabeza. Para los que no saben lo que eran, os he
asociado un link, pero groso modo, eran gigantes máquinas de escribir en las
que tecleabas un mensaje (podías grabarlo en una cinta de papel) y mediante la
línea de teléfono lo transmitías a otra persona que tuviera un equipo similar,
equipo en el cual se transcribía lo que habías escrito. Si véis alguna película
de periodistas, las podréis ver haciendo un ruido infernal en la redacción.
Hoy, estas máquinas han muerto a manos del “fax” y, sobre todo, “del correo
electrónico”.
El
segundo dinosaurio que voy a mencionar hoy es la “Multicopista“. Este
invento, al que la democracía debiera haberle hecho un monumento, era una
imprenta de reducidas dimensiones que permitía imprimir un número limitado de
copias de un documento que previamente habías mecanografiado en un “cliché”
mediante una máquina de escribir tradicional. Ahora ha sido sustituida con
mucha ventaja por la fotocopiadora pero tuvo su momento de gloria en los años
60 y 70, donde sirvió para imprimir las octavillas en las que nos ciscabamos en
la madre del dictador. Os he puesto también un link para que los “pipiolos”
(dicho con el máximo cariño) sepáis de lo que hablo.
La
tercera antigualla que voy a mencionar no es una máquina, aunque
sirviera como tal. Me refiero al “papel carbón“. Servía
para hacer copias de un documento, redactado a maquina de escribir. Su
carácteristica fundamental y también su bendición era que limitaba el número de
copias que se podían circular a la legibilidad ya que, a partir de la 3ª, lo
escrito no era más que una sucesión de borrones sin sentido. Al papel carbón lo
hirió de muerte la fotocopiadora y lo remató el correo electrónico. La
consecuencia de esta muerte es abolutamente dramática ya que, ahora, es tan
fácil informar a alguién que, por si acaso, ponemos en copia a todo el mundo
aunque, las más de las veces, le importe un pimiento lo que está recibiendo de
nosotros.
Por supuesto, hay otros muchos
inventos que podría incluir aquí. ¿Qué me decis del
correo electronico? (que ha enviado al destierro al correo postal). ¿Qué os podría contar de los ordenadores? (que son
tan impresicindibles que cuando se nos cae el sistema dejamos de trabajar y no
sabemos que hacer). Sin embargo, a fuer de no ser excesivamente prolijo
cansando al auditorio y tambien (para que voy a mentir) para aprovechar tema
para otro día, los omito conscientemente.
Como podéis comprobar ha
llovido bastante en estos últimos años y mis ojos han visto más de una
“ciclogenesis explosiva” aunque tal como os digo en los primeros párrafos, el que subscribe, se siente joven, joven, joven…. ¡casi
un bebe!.
Un abrazo “con añoranza”
Esteban
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