El titular de hoy es: “Tendríamos que tener tantos soldados como bellas mujeres
italianas, creo que no lo lograríamos nunca” y hace
referencia a una de las últimas declaraciones-patochadas del ínclito Sr.
Berlusconi con respecto al preocupante incremento de las violaciones en Italia.
La idea es sacar a la calle al ejército para realizar labores policiales en las
principales ciudades italianas, cosa que me parece ya de por sí peligrosa,
pero, por lo visto, ni el mismo Berlusconi considera que esta medida será
totalmente eficaz debido a “la belleza de las italianas” ¡mamma mía!.
Ya imaginaréis que no intento establecer un debate sobre los rasgos faciales
o los atributos físicos antero-posteriores de las italianas (reconoceréis
que me ha salido muy finolis). Por lo que yo se, la belleza depende del
espectador y lo que a mi me parece bello podría parecer horrendo a otra persona
de otra cultura. Tampoco quiero hablar de las
declaraciones de Berlusconi. Me parece una pérdida de tiempo ya que este
señor ya no nos sorprende. Sus actitudes machistas, xenófobas, clasistas son
harto conocidas por cualquiera que tenga el mínimo interés en leer, ver o
escuchar las noticias. Podría, pero tampoco
lo voy a hacer, comentar que “cada pueblo tiene lo
que se merece”, indicando que los italianos, que han votado por mayoría
a este señor, no se pueden quejar de tenerlo en el poder.
Voy a hablar de lo que hay
“implícito” en estas declaraciones y que no es otra cosa una descarga de
responsabilidad (si no una justificación encubierta) de los violadores en
función de la belleza o de la forma de vestir de las mujeres. Me recuerda
aquella triste frase que se oía no hace mucho y que venía a decir aquello de
“si es que se visten como putas”.
Reconozco que me gustan las
mujeres (separar aquí claramente el “gustar” del “amar” ya que amar solo amo a
una). Me confieso de que, cuando pasa una mujer bonita y bien vestida, no puedo
evitar echar una ojeada discreta y solazarme con la belleza. Sin embargo, no
puedo justificar, en modo alguno, el ataque a una mujer por el hecho de que
vaya vestida con más o menos cantidad de tela. Llevando el ejemplo al extremo,
si una mujer fuera absolutamente desnuda por la calle, pensaría que su actitud
era indecorosa “por razones higiénicas” y que seguro que estaba pasando un frío
de espanto, pero ni se me pasaría por la cabeza saltar como un animal babeante
como si su desnudez fuera algún tipo de invitación a “no se que”. Seguro que
miraría, si, pero con la mirada irónica del que piensa que “hay gente que no sabe
que hacer para llamar la atención”.
Para mi, el respeto a la mujer parte, no de su condición femenina,
sino de su condición de ser humano. Por eso no creo mucho en las
discriminaciones “sea positivas o negativas”, pero eso, eso es materia de otro
post.
Un abrazo “soñador”,
Esteban
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