Hoy, como cada día, he ensayado delante del espejo una sonrisa jovial y verdadera.
Hoy, como cada día, he dado los
buenos días a todo el mundo con el que me he cruzado y a mis compañeros de
trabajo.
Hoy, como cada día, he respirado hondo,
varias veces, antes de dar la contestación impertinente que se merecían algunos
con los que he hablado.
Hoy, como cada día, mi paciencia se
ha agotado, me he enfadado, se me quitado la sonrisa de la cara, he dejado de
hablar con la gente y he “mandado a freir espárragos” a mas de uno.
Os juro que tengo la mejor
voluntad del mundo, que renuevo mi compromiso con la felicidad todos los días,
que pongo todo mi empeño pero, “por mas que lo intento, no lo
consigo”.
No pretendo echar la culpa a los
demás, ni siquiera a las circunstancias que me rodean. Tengo absolutamente
claro que soy yo el que no soy capaz de adaptarme a un mundo que no entiendo.
Estoy seguro que mi problema nace de mi poca habilidad para jugar el juego de
la vida con unas reglas que no comparto (ni quiero compartir).
Pero, ¿Es una locura pedir que la
gente no te haga daño gratuitamente? ¿Es acaso una entelequia el pensar que es
mejor hacer el bien que hacer el mal? ¿Es una estupidez por mi parte el querer
ir por la vida sin los escudos permanentemente embrazados?
Es curioso que, a pesar de que mi
primera juventud haya pasado hace tiempo, siga siendo un pobre ingenuo que se
asusta por todo lo que ocurre a su alrededor ¿Nunca aprenderé?.
Hoy, como cada día, me iré a dormir,
me abrazaré a la persona que amo, lameré mis heridas en silencio y me prepararé
para comenzar un nuevo día, día en el que volveré a despertar, otra vez, con la
mirada límpia y propositos renovados. Se que volveré a sentirme defraudado pero
¿Qué es la vida más que un continuo renacer de deseos incumplidos?
Un abrazo “atónito”,
Un abrazo “atónito”,
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