Nos hemos desayunado con la noticia de que la Europa del Euro sale, por
fin, en defensa de Grecia con una buena cantidad de milloncejos y que España,
como no podía ser de otra manera, colabora con casi 10.000 millones de “reales
de vellón”.
Líbreme Dios de estar en contra de esta ayuda. Es más, Estoy absolutamente
convencido de que se debe ayudar a Grecia, no solo porque formamos parte del
mismo club de naciones, sino porque bien es sabido que “cuando las barbas de tu
vecino veas rapar, pon las tuyas a remojar”. Lo malo es que, al final, los
tuertos tenemos que ayudar a los ciegos.
Lo curioso del caso es que el país que inventó la filosofía, que nos enseño
el concepto de democracia, que consiguió las más altas cotas de la expresión
artística, tenga ahora que ser ayudado por “los barbaros” a salir de su
situación ¡debe ser porque la economía no estaba incluida entre las disciplinas
cultivadas por los antiguos habitantes del Peloponeso!.
Una parte del problema griego viene de un gobierno ineficiente e ineficaz a
la hora de gestionar los recursos públicos, otra parte emana de unas
condiciones laborales y sociales más propias de un país rico que de uno
endémicamente pobre (jubilaciones antes de los 60 años, gremialismo exacerbado,
etc.) y tampoco es ajeno a esta situación la baja productividad y su descompensado
tejido industrial pero, y ahí está la madre del cordero, no se hubiera llegado
a este extremo sin el despiadado ataque que han sufrido la deuda pública y los
bonos de Grecia por parte de oscuros lobbies financieros que, visto está, son
capaces de jugar con la economía de un país como si de un gigantesco Monopoly
se tratara.
No soy un ingenuo absoluto (aunque a veces lo parezca) y ya sé que la época
en que el poder político era capaz de meter en cintura al poder económico pasó
a mejor vida pero ¿no habría alguna manera de obligar a esos poderes fácticos a que
apoquinaran algo del dinero que ellos han ganado con sus inicuas maniobras?
Un abrazo “exasperado”,
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