Supongo que casi todo el mundo recordará la famosa película BLADE RUNNER
(en la que, por cierto, Harrison Ford hizo una interpretación memorable) que estaba
inspirada en la no tan celebrada novela “¿Sueñan los androides con ovejas
eléctricas?” (Philip K. Dick 1968).
Los personajes de la película, unos androides prácticamente indistinguibles
de los seres humanos pero con la fecha de caducidad grabada en sus genes,
buscaban la eliminación de esa tara para poder equipararse al resto de la
espacie.
El lenguaje cinematográfico hace que la historia se narre en clave de
aventura pero, sin embargo, no consigue velar el dilema moral que se plantea en
la novela y que es, simplemente, la dificultad de contestar a la pregunta ¿qué es lo que nos hace humanos?.
Supongo que no puedo ocultar que la historia, además de encantarme en
cuanto aventura, me marcó profundamente y me hizo cuestionarme algunas de las
ideas preconcebidas que había considerado correctas hasta ese momento.
Si las características físicas no me sirven para separar lo “humano” de lo
“no humano”, no me queda más remedio que acudir a otras varas de medir. En la
“mecánica” se usa una regla discriminatoria que se llama “form, fit and
function”, o sea que, si la pieza tiene la misma forma, encaja en el mismo
sitio y tiene la misma función se puede decir que es la misma cosa y entonces
da igual todo lo demás. Si aplicáramos esta misma sistemática para determinar
la “humanidad” de nuestros congéneres seríamos incapaces de discriminar y se
nos colarían un montón de replicantes por la puerta de atrás. Debo acudir pues a el único arma que me queda y que no es
otra que juzgar la “catadura moral”.
Ya se que usar cosas tan etéreas y subjetivas como “la moralidad” no es
aceptable bajo el punto de vista científico pero, como tampoco tengo clara la
existencia de algo fuera de mi mismo (mi “solipsismo” se está agravando por
momentos), a mi me va a bastar para elaborar mi conclusión.
Y, después de un sesudo análisis de personajes representativos de la vida
pública de nuestro país, he llegado a la conclusión de todos ellos son
realmente replicantes por lo que me voy corriendo a localizar el teléfono de
Harrison Ford para que venga a ayudarme a apresarlos y recluirlos en una zona
de seguridad donde dejen de molestar.
No quiero pensar en la otra posible conclusión de mi razonamiento: ¿Será que el único tipo raro soy yo? ¿Seré yo el androide
y serán los demás los verdaderos humanos?.
Un abrazo “asustado”,
Un abrazo “asustado”,
Esteban
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