Como ya os he contado, ando un poco liadillo estos días así que mi productividad
ha descendido bastante, o sea, que no soy capaz de escribir un artículo al día
“ni queriéndolo”. Ya se que mis múltiples fans estarán desolados/as, aunque
espero que ninguno caiga en un estado de ansiedad, debido a la escasez de
“artículo-estebanitis” (antes de continuar, leer “nota del
editor (1)”).
La noticia de hoy parte del siguiente titular: “Roban 50 millones
de euros en una joyería de lujo de París”. Al parecer, la joyería de
lujo “Harry Winston“, situada en la
avenida Montaigne de París, sufrió ayer un robo cuyo botín está valorado en
unos 50 millones de euros. El atraco, llevado a cabo por tres individuos
armados, se produjo ayer a media tarde y los ladrones prácticamente vaciaron la
joyería.
Que tres ladrones armados sean capaces de robar en una joyería de
estas características (seguro que contaría con los más
sofisticados sistemas de seguridad) que, además, ya había sufrido meses atrás
otro robo de menor cuantía, me parece, cuanto menos, curioso.
Por lo visto el robo no tuvo la sofisticación de los que vemos en las
películas, con todos esos artilugios electrónicos, sino más bien el estilo de
cualquier robo “a mano armada” de los que se producen a menudo en las
sucursales bancarias de este país. La única diferencia es que, en vez de
llevarse 3.000 €, se llevaron la nada despreciable cifra de 50 millones, que es
una cifra que se escapa a mis sueños más optimistas.
No se que tendrán estas noticias pero, Díos me perdone, te hacen casi
simpatizar con los atracadores. Ya me imagino que los cacos no serán
precisamente unos nuevos Robin
Hood y no tendrán intención de repartir el botín entre los pobres, como
hacía el célebre sajon, pero que alguien robe a un rico, siempre tiene el
encanto de la pequeña y mezquina vengaza onírica que nos queda a los
que somos pobres (en comparación, por supuesto).
Yo no puedo defender el delito. Soy un hombre “legal” hasta límites que
os parecerán extraños. No aparco en doble fila, no me paso del límite de
velocidad, no me salto una cola, no defraudo a Hacienda, devuelvo el dinero
cuando se equivocan al darme los cambios, etc.. Sin embargo, en estos
casos, mis pulsiones más produndas afloran a la superficie y no puedo evitar
esbozar una leve sonrisa, ¿y quién no?.
Lo más triste de todo esto es que, seguramente, pagarán justos por
pecadores y alguna persona perderá su empleo. Y además, el consorcio de
seguros, tendrá que aflojar la mosca y, al final, no se de que manera pero con
absoluta seguridad, los 50 millones los acabarán pagando todos los franceses.
Un abrazo “onírico”,
Esteban
Nota del editor (1):Como pueden Uds. comprobar, el
autor sufre, en estos momentos, una de sus innumerables crisis de pedantería,
que se le debe perdonar porque escribe bajo los efectos de una medicación llamada
“MELAPELA 500 mg” entre cuyos efectos secundarios se explicita una compensación
enfermiza de la falta de autoestima.
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