Ayer, haciendo el consabido
“zapeo” (palabra que debiera incorporarse al diccionario, si no lo está ya, en
lugar de la cacofónica “zapping”), escuché una noticia que reconfirmó mi idea
de que nuestro país no ha cambiado, realmente, desde los tiempos de D. Miguel
de Unamuno.
Por lo visto, 6 de cada 10
españoles no tienen “ni pajolera idea” de inglés. Si a esto añadimos que, salvo
honrosas excepciones, los 4 restantes hablan el inglés “al estilo indio” y con
una pronunciación que seguro hace revolverse, en su tumba, los huesos de
Shakesperare, tenemos la confirmación de que somos un país de
anglo-analfabetos.
El castellano, siendo como es el
2º o 3º idioma más hablado en el mundo, no tiene sin embargo ese papel de
lengua universal. Cierto es que cada vez más gente está interesada a aprender
el español (fenómeno ligado al incremento porcentual de la población de origen
hispano en el mundo) y no descarto que, dentro de algunos años nuestro idioma
sustituya al inglés como vehículo de comunicación internacional pero, hoy por
hoy, si no hablas inglés “no eres nadie” o, por lo menos, eres una persona a la
que se mira con conmiseración.
Lo curioso de todo esto es que,
en el fondo, todos manifestamos un complejo de inferioridad por no saber
idiomas pero, a diferencia de otros, este complejo no nos espolea a aprender
sino que se queda en una especie de “pobre de mí” sin más consecuencias.
Si alguno de vosotros ha viajado
a Francia, por ejemplo, seguro que estará de acuerdo conmigo en que a los
franceses no les gusta hablar en inglés, pero en su caso no es porque no sepan
hacerlo, sino porque “no les da la gana”. Los franceses no han olvidado que
hubo un momento en que el lenguaje franco (hasta la misma palabra lo dice) era
el “francés” y se resisten a aceptar que ya han perdido ese papel en el mundo.
En los negocios, donde el romanticismo no tiene cabida, no hay francés que no
hable el inglés, con un acepto cantarín que da gusto oirlo y con una corrección
que ya quisiera para mi.
Los españoles, con esa actitud
“pasota” que nos caracterizado, no aprendemos inglés porque consideramos que es
demasiado trabajo hacerlo y que hay otras cosas más importantes que hacer en la
vida, como por ejemplo, salir a tomar unos rebujitos con nuestros amigos. Ya lo dijo, D. Miguel, hace mucho tiempo: “¡que invente ellos!” y, con todos mis respetos a tan preclara inteligencia, ¡así nos ha lucido el pelo!.
Best Regards,
Esteban
Esteban
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