Soy lo que se viene
en llamar “un hombre tranquilo”. No creo que me haya pegado con alguien más de
dos veces en mi vida y ambas de muy muy joven. Creo que la violencia nunca es
el último recurso (solo lo es para los incompetentes, como decía uno de los
personajes de Isaac Asimov en “La Fundación”) y siempre hay una forma de
resolver los conflictos sin llegar a los palos y pedradas. Ante la pregunta de
si sería capaz de matar por alguna razón solo puedo responder que para defender
a mi familia, que es lo que realmente me importa en la vida. Por supuesto, ni
dioses, ni banderas, ni ideas son, para mi, causas suficientes para ejercer la
violencia.
No me considero un
cobarde por ello. Cobarde es el que agacha la cabeza y se traga, sin protestar,
la opresión. Yo, con las limitaciones de un ciudadano anónimo normal, me niego
a “sufrir en silencio” las injusticias y grito tal alto, como puedo y sé,
contra ellas. Como dijo hace mucho tiempo el mejicano Benito Juarez
(parafraseado después por Doloes Ibarruri “La Pasionaria” y más tarde por “El
Che” Guevara), soy de los que prefiero “morir de píe que vivir de rodillas”.
Pero “morir de píe” no significa, necesariamente, hacerlo empuñando un arma.
Veo con enorme
frustración como la violencia se ha instalado en nuestras vidas. No me refiero
ahora a la violencia “con mayúsculas” (terrorismo, guerras….) sino a esa otra
violencia que es mucho menos sangrienta pero, incluso, más bochornosa, a saber,
la de los hinchas de futbol. Cuando alguien mata (o muere) por defender una
idea, por lo menos tiene una apariencia de honorabilidad, sino objetiva si para
“los suyos”. Pero cuando uno se lia a mamporros por que se ha pitado un penalti
(por más que sea injusto) en contra de su equipo, ni siquiera tiene una
apariencia de hacerlo por una “gran causa” sino que cae en el más espantoso de
los ridículos
No hay más que
mirar con detenimiento las imágenes de TV cuando narran algún incidente
violencia en los campos. Si os fijáis en las caras de los que participan,
veréis que todos ellos tienen los ojos inyectados en sangre, la cara deformada
por un rictus animalesco,……. Se convierten en energúmenos descerebrados que
mejor estarían encerrados en las jaulas de un parque zoológico que sueltos por
la calle.
Lo curioso de estos
energúmenos es que puede que, en su vida normal, sean personas perfectamente
educadas de las que ayudan a las ancianitas a cruzar el paso de cebra y ceden el
asiento a las embarazadas en los autobuses. ¡ Míedo me da pensar en ello !
¿será que el vertiginoso movimiento del balón provoca en el espectador algún
tipo de descarga de adrenalina que incita a la violencia? . Tema de estudio
para los Sociologos, Psicologos y demás eruditos ……….
A mi me gusta el
futbol, me gusta que gane mi equipo, veo los partidos importantes (no soy de
los que se tragan todo lo que dan) y me alegro cuando gana, entristeciéndome
cuando pierde pero, de ahí a pegarme con el vecino por un fuera de juego, va
realmente un abismo.
Un abrazo
“pacífico”,
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