Hay veces que, se quiera o no se quiera, hay que pasar por el aro y
hablar de “lo que procede”, o sea, hoy lo que toca es hablar del “día de todos
los Santos“. El titular de hoy, extraido de “El Correo”,
pero que seguro podemos encontrar en cualquier períodico ya sea nacional o
local, es: “Miles de personas visitan a sus difuntos en los
cementerios vizcaínos”.
Se me ocurren en esta noticia, como casi siempre, un montón de aristas en
las que hincar el diente (y creedme si os digo que me está saliendo una gotita
por el canal del veneno) pero hoy voy a portarme bien y no hacer demasiada
sangre, por respeto a los que tienen creencias religiosas y por otra razón
mucho más prosaica, si mi familia descubre que cargo contra la tradición de
visitar el cementerio en esta fecha, me cuelga por los pulgares. ¡¡¡ Y el miedo
es libre !!!
Inisisto en que habría muchas cosas que decir, tales como, cuantificar la
ingente cantidad de dinero que nos gastamos en flores que duran cuatro días,
reflexionar sobre el cinismo que supone ir a visitar una tumba un día al año y
el resto del tiempo tener a nuestros muertos olvidados, la sinrazón que supone
pensar que nuestros muertos están ahí dentro (por cierto que oscuros y frios
deben estar esos agujeros),….. en fin, que hay tela que cortar.
Sin embargo, me apetece hablar de la colonización a la que estamos siendo
sometidos (como en casi todo) por la sosa y carnavalesca Halloween. La presión ejercida
por nuestro seguidismo de EE.UU. nos hizo tragar con un señor vestido
con un ridículo pijama rojo hasta el punto de que, en nuestro
monárquico país, ya muy pocos niños sueñan con los Reyes Magos (mucho mejor
vestidos por cierto). Ahora, esta misma presión, nos está quitando la tradición
de visitar los cementerios en este día a cambio de tener una día adicional de
“carnaval”, ya que para mi, el Jalowin ese no es más que un carnaval
encubierto.
Ya véis que a ni no me gusta mucho esta “fiesta” pero, puestos a elegir,
prefiero la sobriedad y la elegancia de las flores frescas y los rezos ante las
lápidas que la chabacanería de las calabazas pintadas e iluminadas con velas.
De todos modos, y para que conste a los efectos oportunos, yo pido que me
incineren. Tengo (siempre he tenido) pánico a la oscuridad y, hasta que me
demuestren que es verdad lo que dice la “bilbainada” esa en la que “los muertos
en el cementerio juegan al mus”, prefiero volar con el viento antes de pasar
frio en un nicho.
Un abrazo “del más acá”
Esteban
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