No digo yo que me
hayan “censurado” (¡ Líbreme Dios de afirmarlo !) pero la entrada anterior, que
era un comentario sobre uno de los autores que firman en el suplemento
dominical de “El Correo” (y no os olvidés que “El Correo” es el que da cobijo a
mi blog) ha aparecido “misteriosamente” borrada sin intervención alguna por mi
parte. ¡ Será, con toda seguridad, una casualidad informática !.
De todos modos,
tengo que agradecer algo a esta situación: me ha dado un tema para hoy: LA
CENSURA.
Olvidaros de aquella
censura del señor con bigote y gafas oscuras que se ponía las botas viendo las
ingenuas escenas “subidas de tono” (quizás un pecho femenino entrevisto unas
décimas de segundo) que luego cortaba para salvaguardar nuestra salud moral.
Tampoco hablo de los secuestros de períodicos y revistas que se producían tan a
menudo, no hace tanto tiempo, porque contenían algunma peligrosa idea
izquierdista que estaba al servicio de la conjura judeo-masónica. Hablo de algo
mucho más sutil, me refiero a la auto-censura inducida por la presión
social, esa del ”puedes hablar de lo que quieras pero ¡
atente a las consecuencias !”.
Curiosamente, ese
tipo de censura (que es mucho más cruel y alienante) no la ejercen siniestros
personajes bajo el ala del poder. La ejercen masas informes de personas, en
muchos caso bien-intencionadas, que pretenden con su actitud defender la
libertad y que curiosamente suuelen ser progresistas.
No hables de la
chorrada del “miembros y miembras”, que te crucificarán. No argumentes contra
el evidente contra-sentido de la “discriminación positiva” que te colgarán el
sanbenito de machista. No menciones la perdida de valores (y no me refiero a
valores religiosos) de esta sociedad que te acusarán de “carca”…… y así cientos
y cientos de ejemplos.
Yo también me
pliego, muchas veces, a las órdenes de la masa. N o está entre mis virtudes la
valentía extrema. “Podría decir y no digo” y eso que me callo me corroe
las entrañas hasta que no me queda más remedio que vomitar.
Un abrazo “enfadado”
Esteban
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