Después del último post que
¿quién lo iba a decir? Levantó una tormenta “de aquí te espero” había pensado
hacer algo fresquito y relajante. Lo que pasa es que, como suelo decir a
menudo, la realidad es muy terca y toma sus propias decisiones sin contar para
nada contigo. No me queda más remedio que escribir sobre un tema horrible pero,
no os preocupéis los sensibles de corazón, que intentaré ahorraros los detalles
más escabrosos. El objetivo del post de hoy no es, pues, levantar polémica (ya
que creo que todos estaréis de acuerdo) sino remover las conciencias y avivar
las memorias.
El titular de hoy es: “El tardío perdón del torturador“ y
hace referencia al juicio que se está llevando a cabo contra Kaing Guek Eav
(alias ‘Duch’), tristemente conocido director de la prisión de Tuol Sleng en la
que murieron entre 15.000 y 20.000 personas, torturadas y ejecutadas, bajo el
régimen de los Jemeres Rojos en Camboya, entre 1975 y 1979. En ese período, se
calcula, que fueron ejecutadas en este país unos 2 millones de personas (lo que
representaba, aproximadamente, una cuarta parte de su población). Kaing Guek
Eav, por lo visto, ha pedido perdón a sus víctimas durante el juicio.
El
genocidio camboyano fue, sin duda para mi, el mayor que se ha producido en la
historia de la humanidad. No digo esto por el número de víctimas
(seguramente los nazis mataron a más gente), tampoco por la fría estadística
porcentual (dejaron al país prácticamente despoblado) sino por la crueldad
extrema de las muertes, que siempre o casi siempre eran posteriores a una cruel
tortura. En comparación con los Jemeres Rojos, los Nazis casi parecen meros
técnicos de laboratorio con su obsesión por la eficiencia, incluso, en las
cámaras de gas.
Todos
los genocidios son absolutamente execrables y todos merecen igual juicio
pero, en este caso, si es posible añadir agravantes, la extrema irracionalidad
de las ejecuciones, los cadáveres tirados sin ton ni son en medio de los
arrozales (sin siquiera ser cubiertos por una capa de tierra), el ensañamiento,
cruel hasta el límite, con los que luego iban a morir, hacen pensar en
“alimañas” más que en seres humanos. Hoy, al ver las imágenes en las
televisiones y los periódicos, he vuelvo a recordar como si de una pesadilla se
tratara, la primera vez que las vi. Era entonces muy joven pero se me quedaron
grabados “a fuego” en el cerebro los cráneos tirados “de cualquier manera” en
mitad de los campos. Ese desorden hacia, si cabe, más horrible el escenario de
la muerte.
El
mayor responsable de estas barbaridades, Pol Pot,
al fallecer se libró del juicio humano para pasar, es de suponer, al juicio
divino. No es que dude de la justicia de Díos (aun no estando
muy seguro de cual es la “jurisdicción divina” que le tocaba a este señor) pero
me hubiera gustado verle sentando en el banquillo, enfrentado cara a cara a los
pocos supervivientes de su barbarie. Ahora ya no podrá ser, ¡una pena!.
¿Cuántos de vosotros os
acordabais de estos hechos? ¿Cuántos de vosotros, siquiera, sabíais que habían
ocurrido?. Yo, tengo que reconocerlo, los había olvidado hace tiempo, como
aquel que olvida el horror para no tener que revivirlo. ¡Qué frágil es la
memoria! ¿verdad?
Un abrazo “horrorizado”
Esteban
No hay comentarios:
Publicar un comentario