El último artículo, que fue una
entrega de “premio” (mi primera concesión de un premio, debo recordar) ha dado
un montón de juego. Es curioso que un post, que en principio no tenía más
trascendencia que reconocer el trabajo de una comentarista (cosa que es muy
importante por otra parte), haya levantado réplicas y contra-réplicas ,
posicionamientos a favor y posicionamientos en contra….. ¡sobre un tema que no
tenía nada que ver con el post!. En fin, que mis dotes de adivino para saber
que tipo de artículo va a recibir más o menos atención han quedado
definitivamente puestas en evidencia.
He estado dudando, hasta el
último momento, si retomar el tema de Eluana, que como sabéis falleció ayer
(antes de que el ínclito Berlusconi pudiera aprobar la ley que había puesto
sobre la mesa para impedir que se ejecutará la decisión del Tribunal Supremo
italiano), pero me he decantado por escribir sobre un tema que me da sarpullido
y, por lo tanto, promete emociones intensas, a saber, “la
corrupción en la política”.
El titular de hoy es: “Soraya Sáenz de Santamaría aboga por sacar del cesto las
manzanas que no estén buenas“. Las declaraciones hay que
enmarcarlas en el contexto de la “penúltima” trama de corrupción, sacada a laz
luz por investigaciones del juez Garzón, y que en este caso a afectado al PP
(desgraciadamente últimamente parece que les han crecido los enanos y les tocan
todas). No voy a aburriros con el caso, del que podéis encontrar suficiente
información en las hemerotecas, pero es el típico caso de “empresario ligado a
partido, partido gobernante en Comunidad y/o Ayuntamiento, Comunidad y/o
Ayuntamiento que contrata (de manera presuntamente irregular) a empresa del
empresario en cuestión”. En esta trama, lo más novedoso, es que han salido a
relucir, sin que eso signifique implicación alguna, nombres que hasta ahora
(por lo menos a mis oídos) estaban absolutamente inmaculados como Alberto
Ruiz-Gallardón o Rita Barberá.
Os
habréis fijado (no dudo de vuestra perspicacia) que
he usado “corrupción EN la política” en vez de “corrupción política”. No
es una diferencia baladí. Corrupción política, a mi entender, significa algo
diferente, haciendo referencia a la compra-venta de cargos y prebendas. También
podría dar a entender que todos los políticos están contaminados porque la
propia política está llena de podredumbre. He aquí la primera
de mis declaraciones: Estoy seguro
que de no es así. Estoy seguro de que la mayoría de los políticos son honrados.
Corrupción en la política hace referencia, sin embargo, a los hechos de
corrupción que florecen a la sombra protectora del poder. He
aquí la segunda declaración: la
corrupción existe, de por si, en la sociedad civil y lo único que pasa es que
se aprovecha de la política para gozar de una cierta impunidad.
La
famosa frase (que seguro os ha venido a todos a la mente) de “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe
absolutamente”, a pesar de ser conocida por todos, no tiene porque ser un axioma irrebatible.
Llamadme ingenuo, estáis en vuestro derecho, pero yo creo en la honradez de las
personas. Entre los políticos hay el mismo porcentaje de corruptos que lo hay
entre los vendedores de patatas (por poner un ejemplo). Lo único diferente es
que El Poder permite que el monto del fraude sea mayor y que, aparentemente,
sea más difícil que se detecte. Digo aparentemente porque, como podéis
comprobar por las noticias, al final todo acaba saliendo a la luz. ¿Alguno
piensa que el que truca la bascula, para que pese unos gramos de más, no es
también un corrupto? ¿Y que me decís del que defrauda a Hacienda? ¿Es que
alguno puede pensar que el monto del fraude, siendo pequeño, exculpa al
defraudador?. Para mi un corrupto, lo es,
independientemente del valor de lo robado, sea 1 € o 1 millón de €.
Yo conozco personalmente
algunos alcaldes y concejales a los que no puedo,
ni debo, meter en el mismo saco que los que están apareciendo en la prensa.
Los que yo conozco trabajan como mulas, con sueldos ridículos, e incluso sin
sueldo, para que su pueblo tenga un mejor alcantarillado o un nuevo
polideportivo o un nuevo centro de salud. No seamos injustos con ellos y no
hablemos, en general, de la “corrupción política” sino que señalemos, con
nombres y apellidos, a los corruptos estén donde estén.
Permitidme acabar diciendo que
el hecho de que, últimamente, los casos de corrupción se hayan circunscrito al
“ambito” del PP es meramente una casualidad ¿o no?.
Un abrazo “con las manos
limpias”,
Esteban
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