Mi amigo Quilopan me ha enganchado
con un tema que no había tocado hasta ahora por que me daba miedo tocarlo. Me
explico, hay temas para los que tengo opiniones un poco “sui generis” que,
seguramente, no coincidan con las opiniones del resto de los bloggers que me
leen (que todos nos vamos conociendo) y me da un cierto miedo (pavor, terror,
horror) el escribir sobre ellos. A mí, como sabéis, me gusta la “polémica” pero
solo cuanto tengo la seguridad de que va a haber opiniones encontradas pero,
cuando no lo tengo tan claro, en fin, no soy especialmente valiente, ¡ya lo
sé!. De todos modos ¿Quién dijo miedo? Allá voy.
Hoy no toca noticia fresca sino
opinión sobre un tema del que no se habla demasiado pero que sigue estando de
actualidad por alguna sentencia del Tribunal Supremo: ”La Asignatura de EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA”.
Me considero un hombre
progresista, incluso en un momento pasado de mi vida, muy progresista pero
también me gusta pensar que soy un hombre de criterio independiente y desde
luego lo soy en cuanto a lo que respecta a las consignas de los partidos
políticos. El “¿Donde va la gente? donde va
Vicente” no sirve para mi ya que, en cualquier caso, seguramente iría en
sentido contrario.
Por eso mi opinión sobre esta
asignatura es, cuanto menos precavida. Los intentos de los gobiernos para
aleccionar a los ciudadanos, siempre con “la mejor de las intenciones” se
repiten a lo largo de la historia humana. No hace muchos años, no más de 30,
había una asignatura que se llamaba FORMACIÓN
DEL ESPIRITU NACIONAL que tenía el objeto de convertir a
los niños en “buenos españoles”, lo que en aquel momento era entendido (por lo
menos para una parte del país) como algo loable y bueno. Ahora, esta asignatura
tiene el objeto de convertir a nuestros niños en “buenos ciudadanos”.
Antes de que nadie se ofenda y
salte como un tigre, no intento equiparar los
valores transmitidos en ambas asignaturas. Tengo clarísimo que los
valores que propugna la “Educación para la Ciudadanía” son valores
democráticos, basados en el respeto a la ley y en la tolerancia por “el
diferente”, pero sigo pensando que la labor del Estado no es transmitir
valores, aunque estos sean muy loables.
Tal vez esta reticencia sea consecuencia de “mi natural”, que siempre
es suspicaz con “el poder”, ya que no creo que éste pueda ser aséptico y
neutral en ningún lugar ni en ninguna circunstancia. El
poder tiene la tendencia de intentar perpetuarsey usa todos los medios a su
alcance, incluyendo la educación, para conseguirlo .
No
creo que en la cabeza de los actuales gobernantes, impulsores y defensores de
esta asignatura, hubiera alguna intención deshonesta. Más bien creo que
su intención era buena pero…… ¡tengo tanto miedo a los bienintencionados! ¡Se
ha cometido tantas barbaridades en el mundo en nombre del bien común!.
Como veis, mi opinión en esto
no sigue el rígido dictado de los colores políticos. Bueno, yo ya he lanzado el
guante ¿quién lo recoge?
Un abrazo “contracorriente”,
Esteban
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