Tengo la sensación de que en los últimos tiempos, por intentar ser
ecuánime, estoy cayendo en una equidistancia poco fructífera.
Los blogs “de opinión”, tal como yo lo veo, no debieran limitarse a
explicitar los hechos sino también a interpretar la realidad. Por otra parte el
que os escribe, porque su cerebro así se lo pide, tiene la pretensión de la
objetividad (y fijaros que se ha usado la palabra “pretensión” porque la
objetividad absoluta es un imposible) y a veces le cuesta poner algo de si
mismo en el papel.
También os tengo que confesar que “me encanta la gresca” y que, poniendo
las dos posturas sobre la mesa he conseguido, muchas veces, que se monten unas
zapatiestas “de aquí te espero” entre los comentaristas. ¡Que gozada aquellos
tiempos en que tenía 100 comentarios en los que la gente ya no me contestaba a
mi sino a los otros comentaristas!.
Bueno, pues para no alargar demasiado el post, vaya por delante la
afirmación de que “me gustan los toros” (y seguro que viene el listillo
de turno y me dice aquello de que “tengo el mismo gusto que las vacas”). ¡Ojo!
He dicho que me gustan las corridas de toros, no otro tipo de espectáculos de
maltrato a los animales. Pero que nadie se equivoque, no hago esta distinción
por razones pseudo-idealistas, sino porque me repugna cualquier tipo violencia
gratuita y no veo ninguna estética en el hecho de tirar una cabra por un
campanario, por ejemplo.
En primer lugar debo decir que me parece de un esnobismo que espanta el
intentar asignar a los animales los mismos derechos que a los seres humanos.
Equiparar lo que siente una oveja, animal estólido donde los haya, con la
grandiosidad de la inteligencia humana me parece de una ingenuidad insuperable.
En segundo lugar ¿Dónde ponemos el listón?. Por ejemplo, ¿Por qué los toros
si y las hormigas no? ¿Por qué los animales si y las “calabazas tempranas no”?
¿Quién es el juez que arroga el derecho de macar donde empieza o no la
consciencia?. Ya sabéis que yo me he declarado partidario de la “interrupción
voluntaria del embarazo” (lo que se viene en llamar “aborto”), siempre y cuando
esta se produzca bajo algunos supuestos. Por eso, lo que no entiendo es que
haya verdaderos activistas clamando por el aborto totalmente libre y que, sin
embargo y a la vez, sean tan beligerantes con las corridas de toros.
En tercer lugar, más allá de la sangre y el dolor, la lucha en el ruedo
entre toro y torero, las reglas y rituales de la lidia, la estética y el
colorido de ropas y arreos, me fascina sobremanera. También me impresiona, y ya
sabéis que tiro de historia con facilidad, la pervivencia de una actividad que,
diferencias culturales aparte, se remonta a varios miles de años atrás (no hay
más que ver los mosaicos de Cnosos).
¡Hala! ¡Pues ya está dicho!. Que sepáis, por si os cabe alguna duda, que
“por lo demás soy un tipo bastante pacífico”, que no va por ahí asustando a
viejecitas ni tirando piedras a los cristales de los balcones, ni nada de eso.
Lo digo porque “me espero lo que me espero” y prefiero ponerme la venda antes
de la herida.
Un abrazo “por verónicas”
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